El otro día encendí una vela.
Hacía tiempo que no hacía éstas cosas, aunque me gustan.
Cerré los ojos y no era capaz de concentrarme. Quise apuntar todo lo que pasaba por mi cabeza, pero no tenía ningún sentido. Todo eran problemas.
¿Por qué cuando encendemos una vela tenemos que cerrar los ojos y relajarnos?
¿Por qué no podemos ponernos a bailar?
Entonces abrí los ojos y lloré.
Las lágrimas caían solas, cómo si de un grifo o de una fuente se tratara.
Decenas de emociones brotaban en mi interior. Inexplicables.
¿Por qué me siento perdida si sé perfectamente lo que debo hacer hoy?
¿Por qué siento que debo rezar a alguien si no creo en ningun Dios?
Preguntas sin sentido retumbaban en mi cabeza.
Encendí un cigarrillo con la llama de la vela que justo después soplé lentamente.
Me senté en mi lado del sofá, miré hacia la ventana y vi a una chica sentada en un rincón de una escalinata. Tenía cara de triste. Estaba abrigada y su cara era pálida.
Entonces recordé que soy una mujer complicada y que todas aquellas preguntas que me hice ante la vela fueron porqué soy así y porqué mi maldito cerebro funciona de ése modo.
Lo vi al verme reflejada en la chica de la escalinata.
La chica de la escalinata soy yo
Hacía tiempo que no hacía éstas cosas, aunque me gustan.
Cerré los ojos y no era capaz de concentrarme. Quise apuntar todo lo que pasaba por mi cabeza, pero no tenía ningún sentido. Todo eran problemas.
¿Por qué cuando encendemos una vela tenemos que cerrar los ojos y relajarnos?
¿Por qué no podemos ponernos a bailar?
Entonces abrí los ojos y lloré.
Las lágrimas caían solas, cómo si de un grifo o de una fuente se tratara.
Decenas de emociones brotaban en mi interior. Inexplicables.
¿Por qué me siento perdida si sé perfectamente lo que debo hacer hoy?
¿Por qué siento que debo rezar a alguien si no creo en ningun Dios?
Preguntas sin sentido retumbaban en mi cabeza.
Encendí un cigarrillo con la llama de la vela que justo después soplé lentamente.
Me senté en mi lado del sofá, miré hacia la ventana y vi a una chica sentada en un rincón de una escalinata. Tenía cara de triste. Estaba abrigada y su cara era pálida.
Entonces recordé que soy una mujer complicada y que todas aquellas preguntas que me hice ante la vela fueron porqué soy así y porqué mi maldito cerebro funciona de ése modo.
Lo vi al verme reflejada en la chica de la escalinata.
La chica de la escalinata soy yo