Estaba lloviendo.
Llovía bastante, pero éso no impidió que Elisa saliera descalza a la calle con tan solo unas braguitas estrechas de algodón y una camiseta sencilla de tirantes (inicialmente de color blanco)
A Elisa no le importaba la lluvia.
Hoy le gustaba.
Vió pasar a Santi por delante de ella, con un paraguas elegante. Ella se acercó, sensualmente, le quitó el paraguas y le susurró al oído:
Santi tragó saliva y repasó su cuerpo empapado.
Se quitó la chaqueta para taparla, pero ella rechazó la prenda de ropa tirando aquella chaqueta de cuero al suelo.
Elisa se acercó un poco más a Santi. Casi podía rozar su piel.
Santi dejó entreabrir su boca i Elisa no dudó en besarlo.
Él temblaba. Quizá por el frío de la lluvia.
Seguramente fuera por éso.
Santi recorrió el cuerpo casi desnudo y mojado de Elisa con sus fuertes manos mientras Elisa se dedicaba a terminar de desnudar a su amante.
La lluvia parecía caer solamente para ellos.
Una lluvia sensual y erótica que hacía retorcer de placer a aquellos dos seres.
La lluvia aquél día era dulce.
Santi, al principio tímido, ahora no podía parar de comerse a besos el cuerpo de Elisa y beber de su boca.
Las gotas de agua de los pechos de Elisa desembocaban en los labios de Santi que con su lengua atrapaba con delicadeza y después de ver a su amante llena de gotas de agua volvía de nuevo a besarla cómo si el mundo se terminara aquél mismo día.
La pasión, los meses que llevaban sin verse y la humedad de la sensual lluvia hiceron el resto, en aquél rincón entrante del bosque.
Santi miró a Elisa en pleno gozo y gemidos y le dijo con voz entrecortada:
La escuchó y se fundieron en el último gemido y abrazo, retorciéndose entre gotas de lluvia que dejaron al aire los cinco sentidos de cada uno de ellos terminando con una sonrisa pícara al desnudo.
Llovía bastante, pero éso no impidió que Elisa saliera descalza a la calle con tan solo unas braguitas estrechas de algodón y una camiseta sencilla de tirantes (inicialmente de color blanco)
A Elisa no le importaba la lluvia.
Hoy le gustaba.
Vió pasar a Santi por delante de ella, con un paraguas elegante. Ella se acercó, sensualmente, le quitó el paraguas y le susurró al oído:
- baila conmigo-
Santi tragó saliva y repasó su cuerpo empapado.
Se quitó la chaqueta para taparla, pero ella rechazó la prenda de ropa tirando aquella chaqueta de cuero al suelo.
Elisa se acercó un poco más a Santi. Casi podía rozar su piel.
Santi dejó entreabrir su boca i Elisa no dudó en besarlo.
Él temblaba. Quizá por el frío de la lluvia.
Seguramente fuera por éso.
Santi recorrió el cuerpo casi desnudo y mojado de Elisa con sus fuertes manos mientras Elisa se dedicaba a terminar de desnudar a su amante.
La lluvia parecía caer solamente para ellos.
Una lluvia sensual y erótica que hacía retorcer de placer a aquellos dos seres.
La lluvia aquél día era dulce.
Santi, al principio tímido, ahora no podía parar de comerse a besos el cuerpo de Elisa y beber de su boca.
Las gotas de agua de los pechos de Elisa desembocaban en los labios de Santi que con su lengua atrapaba con delicadeza y después de ver a su amante llena de gotas de agua volvía de nuevo a besarla cómo si el mundo se terminara aquél mismo día.
La pasión, los meses que llevaban sin verse y la humedad de la sensual lluvia hiceron el resto, en aquél rincón entrante del bosque.
Santi miró a Elisa en pleno gozo y gemidos y le dijo con voz entrecortada:
- ¿Es un buen baile?
- No podría haber imaginado un baile mejor... una buena pareja... y una buena musica de fondo
- ¿tus gemidos?
- También... pero la lluvia, escucha la lluvia...
La escuchó y se fundieron en el último gemido y abrazo, retorciéndose entre gotas de lluvia que dejaron al aire los cinco sentidos de cada uno de ellos terminando con una sonrisa pícara al desnudo.